Llegados a este artículo, número 13 de los dedicados a ayudar a los pacientes con diabetes, trataremos de recordar a estas personas una serie de normas que deben seguir para el cuidado de sus pies, que como ya indicamos en un episodio anterior, al ser las partes del cuerpo más alejadas del corazón, tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones debido a la alterada circulación de la sangre originada por la diabetes.
En primer lugar, la higiene de los pies ha de ser con carácter diario, con agua templada y jabón neutro. Lo más natural es utilizar las manos para el lavado, procurando evitar las esponjas que pueden ser fuentes de gérmenes. Si en lugar de agua templada utilizásemos agua caliente, ésta puede llegar a hacernos pequeñas quemaduras que pueden originar complicaciones no deseadas.
Tras la higiene diaria, debemos secar muy bien todo el pie y los dedos, haciendo especial hincapié en los espacios que quedan entre los mismos. Así ayudaremos a evitar, entre otras cosas, infecciones por hongos.
Después del secado, es muy recomendable aplicar alguna crema hidratante que mantenga la piel de nuestros pies en perfecto estado, para evitar que se debilite y pueda ser vulnerable.
A la hora de controlar la longitud de las uñas, lo mejor es utilizar de manera frecuente una lima. Esto se recomienda porque, si las cortamos con algún utensilio, corremos el riesgo de hacer alguna herida, que normalmente en el paciente diabético tardará más en cicatrizar, y que además puede infectarse o generar alguna otra complicación.
En el caso de tener durezas, es aconsejable acudir a un profesional de la podología, que sabrá como eliminarlas de forma lo más segura y cómoda posible. Debemos advertir siempre que somos diabéticos para que este profesional extreme sus medidas terapéuticas.
Si la dureza es leve, sólo se recomienda el uso en casa de piedra pómez de forma suave, habiendo humedecido la zona previamente para que está más blanda.
No está recomendado el uso de callicidas, pues suelen contener agentes corrosivos, que aunque eliminan la dureza, pueden ocasionar pequeñas quemaduras o lesiones en partes aledañas a la dureza, y ya hemos comentado que esto sólo puede traer quebraderos de cabeza al paciente.
Otra recomendación es observarse a diario los pies, generar un hábito en la observación de los pies. Esto se hace porque, dado que la sensibilidad está alterada, pueden aparecer lesiones que no podrán ser detectadas de otra manera por el enfermo.
Las medias y calcetines a utilizar han de ser cómodos y que no originen compresión en la zona de los pies ni en el tramo final de las piernas, y el calzado se recomienda siempre fabricado con piel y lo más cómodo posible. Hay una oferta cada vez más amplia de este tipo de calzado diseñado especialmente para proteger los delicados pies de los pacientes diabéticos.
En resumen, el paciente diabético debe concienciarse que sus pies son una parte frágil de su cuerpo, y que si desea mantenerlos sanos y funcionales, debe implicarse de forma activa en su cuidado, observando las recomendaciones que se han expuesto en este episodio, que son: lavado diario con agua templada, secar muy bien los pies después de la higiene, uso de crema hidratante, limar las uñas, acudir al podólogo para las durezas, utilizar piedra pómez en la piel humedecida para durezas leves, no usar callicidas, observar a diario sus pies, utilizar medias y calcetines sin compresión, y calzar zapatos de piel lo más cómodos posible.
martes, 1 de febrero de 2022
Artículo DIABETES 13: Cuidados del pie diabético
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