jueves, 26 de junio de 2025

Artículo ATENCIÓN FARMACÉUTICA 2 - Resistencias a antibióticos

Este artículo, segundo de la serie dedicada a la atención farmacéutica, entendida como todas aquellas aportaciones que, desde la oficina de farmacia, se pueden realizar para mejorar la salud de los pacientes, estará dedicado a informar sobre las resistencias a antibióticos, un verdadero problema de salud pública, en el que todos los agentes implicados tenemos algo que aportar.

Los antibióticos son, quizá, el tipo de medicamentos con la mejor imagen entre los pacientes en general. Sin duda fueron un aporte trascendental a la salud pública debido a que se convirtieron en un arma eficaz frente a infecciones que causaban muchas enfermedades y muertes.

El primer antibiótico que se desarrolló fue la penicilina, descubierta por el científico inglés Alexander Fleming, al observar en unos cultivos bacterianos que éstos no crecían si habían sido contaminados con un hongo del género Penicillium. De ahí, se tomó el nombre de la sustancia que eliminaba a las bacterias: penicilina. La penicilina no resistía activa el paso por el sistema digestivo, así que tenía que ser administrada en forma de inyectables intramusculares. Con el tiempo y la investigación, se desarrollaron formas orales de la penicilina como la amoxicilina, usada todavía en nuestro arsenal terapéutico.

Estos medicamentos antibióticos sólo son efectivos contra los microorganismos bacterianos. No afectan a los virus ni a otro tipo de microorganismos. Este es de gran importancia pues, si nuestra infección está provocada por un virus, tomar antibiótico no sólo no será efectivo, sino que puede acarrearnos problemas graves en el futuro.

Las bacterias pueden provocar enfermedades. Y los virus también. Las enfermedades más frecuentes causadas por bacterias son otitis, neumonía, faringitis e infecciones de las vías urinarias, entre otras. Y las enfermedades más frecuentes causadas por virus son resfriados, gripe, sarampión, o varicela, entre otras. Traemos aquí esta información porque, si lo que tenemos es gripe, o un catarro, el tomar antibiótico no va a conseguir que mejoremos antes de la gripe. Los virus son unos seres mucho mas simples y pequeños que las bacterias, tanto que no pueden ser observados con un microscopio óptico, y así, necesitan de un microscopio de muchos más aumentos como por ejemplo un microscopio electrónico.

Vamos a comentar a continuación que ocurre en nuestro organismo cuando entra en contacto con una bacteria. Cuando una bacteria patógena, es decir, capaz de provocar una enfermedad en nuestro cuerpo, contacta con un cuerpo humano, va a encontrar un entorno favorable, pues va a tener alimento, buena temperatura, etcétera, y va a multiplicarse de forma rápida, luchando contra las defensas del cuerpo humano, y, si logra imponerse a éstas, provoca una enfermedad, que puede llegar a ser grave.

Si, cuando la infección es detectada, administramos un medicamento antibiótico efectivo frente a esa infección, el número de bacterias patógenas se verá reducido de manera importante, y nuestro sistema inmunitario podrá controlar esa infección antes de que provoque daños mayores en nuestro cuerpo.

Puede ocurrir que, debido a varios factores, algún tipo de bacteria que antes era sensible a un determinado antibiótico, haya desarrollado algún mecanismo de defensa frente a ese antibiótico; en este caso, si al detectar la infección administramos el antibiótico que creíamos era efectivo contra ese tipo de bacteria, la infección, que se ha hecho resistente a ese antibiótico, crecerá como si no hubiéramos tomado antibiótico, pudiendo dañar nuestro organismo con consecuencias que pueden ser graves.

¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para evitar que aparezcan este tipo de bacterias resistentes a los antibióticos? En primer lugar, debemos comentar que las probabilidades de que aparezcan bacterias resistentes a antibióticos aumentan con el uso de este tipo de medicamentos; a mayor contacto de la bacteria con un antibiótico al que es sensible, mayor probabilidad de que aparezcan bacterias resistentes a ese antibiótico.

Hay que entender que los antibióticos no son una medicina milagro que lo cura todo y siempre; si una vez fueron el remedio que necesitábamos, no quiere decir que cada vez que, por ejemplo, nos duela la garganta, tengamos que tomar antibiótico.

Por nuestra propia seguridad, los antibióticos sólo pueden darse en la farmacia cuando un médico así lo indique según criterios clínicos, y siempre con una receta para cada tratamiento; no es correcto eso de “el médico me dijo que tomara 4 cajas”, o “el médico me dijo que cada vez que me doliera la garganta tenía que tomar este antibiótico y me lo tienes que dar”; los médicos, haciendo uso de su responsabilidad legal, tienen que indicar los tratamientos por escrito en forma de receta médica. Y el tomar antibiótico por nuestra cuenta, haciendo uso de tratamientos anteriores que quedaron sin tomar, o porque nos lo sugiera alguna persona de nuestro entorno que no es personal médico, a la larga no puede traernos nada más que complicaciones, tanto a nosotros mismos como al resto de la sociedad.

¿Porqué puede ser también perjudicial para la sociedad la aparición de resistencias a antibióticos? Porque si aparecen bacterias resistentes a varios antibióticos y se expanden, las armas terapéuticas de que disponemos para controlar esa enfermedad se verán reducidas, y no podremos combatirlas de manera efectiva.

Las autoridades sanitarias a nivel mundial alertan de que esta situación es uno de los principales problemas de salud pública a los que nos enfrentamos. Las soluciones pasan, entre otras, por el desarrollo de nuevos antibióticos efectivos contra estas bacterias resistentes, pero eso requiere de mucha investigación, la cual necesita tiempo y recursos para conseguir los frutos perseguidos. También se ha aumentado el control del uso de antibióticos a nivel veterinario en animales para el consumo humano, pues pueden generar resistencias en esos animales que pueden pasar luego a los humanos.

Y en nuestra mano está, por ejemplo, no solicitar antibióticos en las farmacias sin la consiguiente receta médica, ni presionar al médico para que los recete en contra de su criterio; debemos confiar en los profesionales de la medicina y de los medicamentos, que son los encargados de velar por nuestra salud.

En resumen, la aparición de bacterias resistentes a antibióticos son un problema importante al que nos enfrentamos como sociedad, y que está directamente relacionado con un consumo excesivo de este tipo de medicamentos. Debemos confiar en el criterio de los profesionales de la salud, que disponen de conocimientos y técnicas para saber, por un lado, si necesitamos tomar antibióticos, y por otro, qué antibiótico en concreto, en qué dosis y durante cuánto tiempo, para poder controlar nuestra enfermedad, y así no poner en riesgo la salud individual y colectiva.


 

miércoles, 23 de abril de 2025

Artículo MENOPAUSIA 5 - Cómo sobrellevar los sofocos

Artículo número 5 de la serie dedicada a la menopausia, y en el que comentaremos una serie de recomendaciones o consejos para poder sobrellevar los sofocos por parte de la mujer con menopausia.

Los sofocos, caloradas o asuras, son el síntoma más referido por las mujeres al llegar a la menopausia. Ya comentamos anteriormente que casi la mitad de las mujeres lo señalaban como el principal síntoma de la menopausia.

Dentro de los consejos para sobrellevar estos sofocos, el más indicado por las personas especialistas en el tema es el de vestir por capas. ¿Que queremos decir con vestir por capas? Pues utilizar varias capas de ropa, a ser posible ligeras, para que, en caso de venir un sofoco, podamos ir quitando esas capas de ropa en función de la intensidad y duración del sofoco. Así, para un sofoco leve y de corta duración, puede que sólo necesitemos quitarnos una capa; pero para sofocos intensos y de duración mayor, puede que debamos prescindir de varias capas de ropa, para adaptar la temperatura de la piel a la del ambiente de forma eficaz y lo más rápidamente posible.

La segunda recomendación tiene que ver con el tipo de tejido de la ropa que vayamos a vestir. Debemos de dar prioridad a tejidos que favorezcan la transpiración, como por ejemplo el algodón, lino y viscosa, los cuales harán más fácil que la piel intercambie ese calor excesivo con el exterior; y habrá por tanto que evitar los tejidos sintéticos o la seda, cuya capacidad de transpiración es menor, lo que en caso de sofoco puede hacer que el calor que irradia nuestro cuerpo no pueda disiparse en el ambiente.

También debemos evitar el uso de cuellos altos, dado que la zona del cuello y el escote, son zonas donde suele acumularse de forma importante el calor en caso de sobrevenir un sofoco. Por tanto, debemos usar prendas de cuello abierto, que faciliten la dispersión del calor de esa zona en caso de sufrir un episodio de sofoco.

A la hora de elegir la ropa de cama, el tejido más recomendado para pijamas y sábanas es el algodón, por esa capacidad de transpiración que ya hemos comentado anteriormente.

Otra recomendación muy útil es tener siempre a mano algún recipiente con agua fresca, y beber ese agua en caso de aparecer el molesto sofoco, lo cual ayudará a bajar la temperatura corporal elevada por el sofoco.

Si tenemos climatización en la vivienda, lo más recomendable es ajustarla a una temperatura no elevada, pues, como ya comentamos en el anterior artículo, un ambiente caluroso favorece la aparición del sofoco.

Y si nuestros sofocos suelen aparecer durante la noche, una ducha a temperatura fresca antes de ir a la cama bajará el calor de nuestra piel, entorpeciendo la aparición de la calorada durante la noche.

Hay casos donde el calor de la piel durante el sofoco alcanza unos niveles preocupantes. En estos casos lo más adecuado es consultarlo con nuestro médico, el cual podrá indicarnos el uso de paracetamol para controlar esos episodios. Pero insistimos, en casos extremos y siempre bajo indicación de un médico.

En resumen, las recomendaciones para que las mujeres con menopausia puedan sobrellevar mejor los sofocos son: 1) vestir por capas; 2) usar tejidos transpirantes como el algodón, lino y viscosa, evitando aquellos menos transpirantes como los tejidos sintéticos o la seda; 3) Evitar prendas de cuello alto; 4) usar, por tanto, prendas de cuello abierto; 5) en la ropa de cama, usar preferentemente pijamas y sábanas de algodón; 6) tener siempre agua fresca a mano; 7) bajar la temperatura de la habitación; 8) tomar una ducha fresca antes de dormir, si los sofocos son especialmente frecuentes durante la noche; y 9) tomar paracetamol en casos donde el calor sea muy limitante, y siempre bajo supervisión de un médico.